miércoles, 24 de septiembre de 2008

Sincronización sensorial

Ahora que empieza a notarse un poco el fresquito de otoño, me he acordado de que, de pequeño, no había termómetros en las casas ni en las escuelas (ni casi en ningún sitio que no fuese la farmacia o la óptica). Esto fue una suerte para todos los que no teníamos más que un brasero o una estufa de carbón por toda calefacción porque casi nadie de mi edad puede recordar a qué bajas temperaturas tuvieron que crecer nuestros cuerpecitos. Lo que sí recuerdo es que pillábamos sólo un resfriado al año, que duraba de octubre a abril.

No hay comentarios: